LA PROSPERIDAD EN NUESTRO INTERIOR

CAMINANDO A LA FELICIDAD

Eliza Cavazos** / Colaboración El Tiempo

Toda afirmación que se grabe en nuestra mente subconsciente será una ley en nuestra vida.

La felicidad es el combustible de la prosperidad. Sentirnos merecedores de lo bueno es el primer paso para atraer la abundancia. Cuando me refiero a prosperidad no sólo hablo de dinero: hablo de amigos, de pequeños detalles, de momentos irrepetibles, etc…

El Universo es próspero y por el hecho de haber nacido en Él y de Él, nos merecemos disfrutar de la prosperidad.

Cuando habla de prosperidad no me refiero sólo al dinero, la prosperidad es, por ejemplo: tiempo para disfrutar y gozar de lo que hacemos, la comodidad en nuestra vida, la salud, la belleza, las relaciones, y por supuesto el dinero. La prosperidad hace también referencia a un estado de ánimo.

Casi todos pensamos que ser prósperos significa tener mucho dinero, pero ¿cuánto es “mucho”? Algunas personas tienen una idea clara de la cantidad necesaria para sentirse prósperas. “Si ganara el doble de lo que gano ahora, sería próspero.” “Si ganara tanto como menganito me sentiría próspero.” O “ser próspero significa ser millonario”, o “sin duda ganar la lotería me convertiría en una persona próspera”, “Prosperidad para mí equivale a tener dinero suficiente para garantizar mi seguridad en el futuro”, o bien: “Sería próspero si tuviera el dinero necesario para hacer lo que quiera, tener las cosas que desee y no sentirme limitado por las restricciones económicas.

Una persona próspera no tiene que preocuparse por el dinero.” En otras palabras, la prosperidad es una especie de libertad para ser, hacer y tener lo que uno desea sin limitaciones importantes.

Casi todos suspiramos por esta liberación de las preocupaciones y angustias económicas. Suponemos que si consiguiéramos ganar, heredar, pedir prestado, mendigar o robar suficiente dinero para ser prósperos, nuestras preocupaciones económicas se esfumarían y el dinero probablemente resolvería también problemas de otra índole, sin embargo, la triste verdad es que la mayoría de nosotros no experimenta la sensación de prosperidad por mucho dinero que gane o posea.

Es fácil comprender que alguien no se sienta próspero si dispone de muy poco dinero y tiene que hacer grandes esfuerzos para satisfacer sus necesidades básicas.

También es fácil entender que una persona no se sienta próspera si tiene unos ingresos medios, pero también muchas responsabilidades económicas, como una familia a la que mantener o una hipoteca pendiente.

Hay puntos de vista comunes sobre el dinero y la prosperidad, uno seria que creemos que el mundo físico, material, es lo real e importante, y que nuestra satisfacción y plenitud proviene de aquello que nos rodea. El objetivo es completamente externo. El dinero es la clave para obtener lo que deseamos del ámbito físico. Para alcanzar el éxito y la felicidad, tratamos de amasar una fortuna que nos permita tener las cosas que queremos e influir en el mundo de la manera que deseamos.

Más existe otra filosofía, muy extendida en otros círculos de conocimiento, según este punto de vista, el mundo exterior es un reflejo del mundo interior; el ámbito físico es un espejo de nuestra conciencia. “Nuestra vida refleja nuestros pensamientos”, reza un dicho popular. Si comenzamos a asumir la responsabilidad de cambiar nuestros pensamientos, nuestra experiencia de la realidad también cambiará.

Esta perspectiva pretende tender un puente entre el interior y el exterior. La estrategia para crear la prosperidad es “cambie su forma de pensar, ábrase a la infinita abundancia del espíritu, y tendrá todo lo que desee”.

El primer punto puede ayudarnos a desarrollar habilidades que necesitamos para sobrevivir y triunfar en el mundo físico. Nos enseña a satisfacer las necesidades de la familia y la comunidad. Esta perspectiva nos enseña a sentirnos cómodos con nuestra capacidad para influir en el mundo que nos rodea. Nos enseña a respetar y honrar el plano físico de la existencia. El problema es que se centra exclusivamente en lo exterior, a la larga conduce a un sentimiento de vacío y desencanto, porque por muchas cosas que tengamos nuestras necesidades interiores seguirán insatisfechas.

Comprendamos que nuestra vida refleja nuestra conciencia. El mundo exterior es nuestro espejo. A medida que crecemos, aprendemos y nos hacemos más conscientes, nuestra experiencia de la realidad externa se modifica para reflejar los cambios. No cabe duda de que la relación con el dinero y la experiencia de prosperidad refleja nuestro proceso interior.

La verdadera prosperidad no se crea de la noche a la mañana, no es una meta fija, o un sitio al que se llega al final del camino o un estado que se alcanza un día determinado. Es un proceso continuo de búsqueda de plenitud que se prolonga toda la vida.

Todos tenemos ideas, actitudes, creencias y pautas emocionales que limitan nuestra experiencia de prosperidad. La baja autoestima, la sensación de escasez, el temor al fracaso o al éxito y los sentimientos encontrados hacia el dinero son factores que, entre otros, pueden convertirse en obstáculos en el camino hacia el desarrollo y la plenitud. La mayoría de estas creencias y pautas son inconscientes; no las advertimos, y sin embargo controlan nuestra vida. Sólo cuando comenzamos a tomar conciencia de ellas, se nos presentan auténticas oportunidades de elegir cómo deseamos vivir.

Todos poseemos una profunda sabiduría de lo que necesitamos, de lo que es apropiado y válido para nosotros. Para acceder a ella debemos prestar atención a nuestros sentimientos e intuición. Necesitamos aprender a escuchar nuestra voz interior y a confiar en ella. Incluso si cometemos errores, debemos hacerlo para desarrollarnos y evolucionar.

**Coach Tanatologico y de vida

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